A veces, estamos todo el día pensando que tenemos que resolver algo, que tenemos que preocuparnos por algo. Los problemas cotidianos nos rompen la cabeza, intentando buscar una solución y quedamos totalmente estresados. Y nos cuestionamos cuantas cosas aparecen en la mente, y no sabemos controlar nuestros sentimientos.
A veces nuestras mentes se dirigen a un pasado hermoso, feliz, un lindo recuerdo. Y se nos pinta una sonrisa mágica. En algún mal momento vamos disparados a ese recuerdo, para engañarnos con un pasado mejor, para escaparnos de un presente que en un futuro determinaremos si es un pasado mejor o peor. Y tal vez, ese presente que pasó a pasado, se convierte en nuestro escape feliz en otro presente.
A veces, por no decir todo el tiempo, nos cuestionamos lo que hacemos, lo que pensamos. Intentamos encontrar respuestas a preguntas estúpidas, que bien sabemos.. no tienen respuesta.
A veces nos arrepentimos de haber actuado y no haber pensado, y peor, nos arrepentimos que haber pensado y no haber actuado. Y el momento ideal, que era ese exactamente, se fue y nunca más volverá una oportunidad así. Quizás alguna distinta, pero ese momento ya no.Y nos sentimos tristes, nostálgicos, desesperados. Ya no podemos hacer que eso vuelva, y tal vez tu oportunidad se fue para siempre, para que quedes desamparado pensando en lo que podría haber sido y no fue.
A veces, no nos permitimos ser nosotros porque un ego se apodera de nuestra alma. Y nos creemos mejores en algo o peores en otro. Y eso provoca una barrera entre el Yo-Mundo. Ya no podemos tener la misma comunicación si no somos naturales. Se acaba ese vínculo de personalidad pura, para convertirse en una careta que tapa tu verdadero pensamiento.
A veces, nos dejamos engañar, y no nos permitimos buscar la verdad. Porque creemos que no somos capaces de entenderla, o porque simplemente no la merecemos conocer. Y creemos que engañados vamos a poder dormir por las noches, como acallando todos los remordimientos y dudas.
A veces, simplemente, nos quedamos callados. Porque en el momento no nos nació decir una palabra, y a los 5 minutos se nos ocurren miles de cosas para decir y para quedar mucho mejor, para demostrar la razón, para convencer, para cualquier cosa. O sino, nos quedamos callados por resignación, porque ya no vale la pena hablar, y no nos acordamos que Siempre vale la pena Hablar.