¡Qué increíble! Hoy realmente fue increíble. Voy caminando, pensando un poco en buenas noticias, en un día medio día genial, hay un poco de viento que me roza las manos a penas. No tengo frío. Agarro mi carpeta y comienzo a caminar, estoy en busca de el colectivo que más tarde me dejará a unos pasos de mi casa, que me espera. Cruzo la calle, y lo miro, con una sonrisa, y sigo caminando. Sus ojos muertos no me miraban ni a mí, ni a nadie, ni a nada. Sólo blanco ven, perdidos, intentando observar los ruidos, el viento, el aire. Mientras sigo caminando lo puedo escuchar ofreciendo sahumerios, pidiendo que lo ayuden. Inmóvil, parado, quieto, con sus ojos muertos. Paso de largo, mientras lo sigo mirando y pensando, no tengo ganas de sacar la billetera, aunque no me vendría nada mal algunos sahumerios, ni ayudarlo. Camino, y camino, hasta que paro. Con una sonrisa agarro la billetera de adentro del bolso, saco el dinero, guardo la billetera otra vez. Me doy vuelta, lo miro, otra vez sus ojos muertos que me enternecen.
'Hola', le digo, un poco tímida, pero simpáticamente. La forma en que me respondió fue la forma más hermosa, sin mirarme pero dirigiendo su cara hacia mi cara, me saluda de una forma tan amable y, a su vez, tan educada. Lo miro asombrada, con la sonrisa aún más grande. Un minuto, menos, dura ese encuentro. Increíble. Qué hermoso que fue. Qué hermosos sus ojos muertos. Qué hermosa su sonrisa. Qué hermosa su forma de responderme. Me siento tan alegre que agarro con orgullo y felicidad el paquete que dejó que elija. 'Chau, hasta luego'. Camino tan resplandeciente de buenas energías, que me había transmitido una persona con ojos muertos hacía recién unos pocos instantes. Me siento tan adentro mío. No puedo dejar de pensar en lo ocurrido. Camino con una gran sonrisa en la cara, perdida entre mis pensamientos, en mi reflexión, en el recuerdo de ese hombre, que sólo lo dejaba de ver si miraba hacia delante. Sigue ahí, inmóvil, parado, quieto, con sus ojos muertos. Mirando nada y observando todo. No puedo creer ese encuentro.
Qué increíble. Maravilloso. Levanto la vista, no me quiero chocar a ningún transeúnte que camina igual que yo, sumergido en sus pensamientos, en su estrés, en sus preocupaciones. Y ahí lo veo, un amigo. Me tomó tan por sorpresa, que me aflijo porque me quite de mis pensamientos. '¡Hola!','¡Hey!'. Palabras, más o menos. No me importa. La sorpresa me somete a entrar una vez más en la realidad. Quiero seguir pensando en aquél hombre con los ojos muertos.
Allí viene. Estoy subiendo al micro. Surge un problema, mi tarjeta está vencida. 'Piiiii' murmura la máquina al rechazar mi tarjeta. ¿Qué hago? Estoy buscando monedas y no tengo ninguna, me aflijo. ¿Cómo hago para ir a mi casa?. Ahí sucede la magia. Dos señoras, casi al unísono, me preguntan si me alcanzan las monedas. ¿En verdad, no.' les respondo, con mucha timidez y miedo de tener que bajarme. 'Yo te pago'. Muchísimas gracias, no sé que más decir. La sonrisa se transforma, de a poco, en una risa. Qué bella es la gente. Qué bella es la gente. Qué hermosas son las personas.
La gente cuando quiere es un estorbo y cuando se lo propone es la mas bella,solidaria.
ResponderEliminarCoincido con la chica de arriba.
ResponderEliminarA mí me han salvado un par de veces también.
Las viejitas a veces son lo más XD